lunes, 7 de octubre de 2013

Problemas de la vista

Problemas de la vista: Cómo detectar la miopía en los niños


Cómo detectar la miopía en los niños

Los más peques no saben si ven bien o no, por eso debemos estar atentos a los síntomas de la miopía o de cualquier otro problema de la vista.
  
Los síntomas de baja agudeza visual no son específicos de la miopía, pero muchos niños miopes pueden tener algunos de ellos: retraso escolar, estrabismo, dolor de cabeza... Las personas miopes, además, suelen echar la cabeza hacia delante y achinar los ojos para mirar.
A María nunca la encontrabas viendo la tele. “¿No quieres que te ponga dibujos?”, le preguntaba su madre extrañada. La respuesta siempre era “no, no me gustan”. Sara había sido testigo de otras rarezas de su hija, como que no le gustara el chocolate o las gominolas, pero que no le gustaran los dibujos animados, fueran del tipo que fueran, estaba fuera de lo normal. La llevó al pediatra y este la derivó al oculista, que le hizo una revisión a fondo. Diagnóstico: miopía.

Síntomas

No existe una edad establecida para empezar a ser miope, un defecto de la visión que hace que quien la padece vea mal de lejos. En los más pequeños, pasa desapercibida porque el medio en el que se relacionan es el entorno más cercano: tienen los juguetes muy cerca, al igual que los amiguitos en el parque. La doctora Belén Gutiérrez Partida, oftalmóloga adjunta del Servicio de Oftalmología Infantil del Hospital Niño Jesús, aclara que “los síntomas de baja agudeza visual no son específicos de la miopía”, pero explica cuáles serían los más frecuentes:
  • Se queja porque no ve la pizarra. En algunos casos son los propios niños quienes piden ponerse más cerca; en otros, simplemente dicen no ver. Quizá ya eran miopes, pero es cuando empiezan la vida escolar, a los cinco o seis años, cuando se diagnostica. También es frecuente que aparezca al dar el estirón, entre los diez y doce años. Cuando ellos crecen, también lo hace la miopía.
  • Retraso escolar. Hay veces en las que el niño no es consciente de que tiene un problema de visión, no se queja y continúa el curso sin que nadie se dé cuenta de que no ve bien la pizarra. A ojos de los demás será un niño que “no se entera bien, le cuesta”. Pero es que ¡no ve lo que hay que hacer!
  • No reconoce a los padres a la salida del colegio. A esta edad salen corriendo, en grupo y casi a la vez. En pocos segundos cada niño va directo a la mano de sus padres, pero un niño miope tarda más que el resto en encontrarlos, va dubitativo. Es un claro síntoma de miopía: estira el cuello y echa la cabeza hacia delante para mirar.
  • Achina los ojos. Los entrecierra para intentar ver mejor. Es un gesto muy típico de las personas miopes, que les ayuda a enfocar más la visión.
  • El padre o madre es miope. La miopía es hereditaria. “En familias con defectos de graduación conocidos en los padres, sería recomendable una revisión antes de los cuatro años, aunque sean asintomáticos”, afirma la doctora Gutiérrez, especialmente si uno de los progenitores es miope magno (más de seis u ocho dioptrías).
  • Se frota los ojos a menudo o los guiña. Si lo hace de forma habitual es que algo pasa y convendría llevarle a revisión.
  • Está aislado. Podría ser por muchas causas, una de ellas que no ve bien, lo que le impide relacionarse con normalidad con el entorno.
  • Estrabismo. Hablamos del famoso ojo vago, más común con hipermetropía que con miopía.
  • Cefaleas. Son más habituales en hipermétropes, pero también se dan en niños miopes.

¿Debemos llevar al niño a urgencias?

Es importante saber por qué el niño ve mal. Se debe acudir al oftalmólogo y, mientras tanto, hacer vida normal. No le va a aumentar la miopía porque tarden dos meses en ponerle gafas. Estos son los únicos casos relacionados con la visión por los que hay que ir a urgencias:
  • Tiene algo blanco, como una manchita, que se observa a través de la pupila.
  • Un ojo parece más grande que otro.
  • En un ojo se distingue perfectamente el color y el otro está más blanquecino, parece que no está nítido.
  • Ha recibido un golpe fuerte en un ojo o en una zona muy cerca de las cuencas visuales.
  • Tuerce los ojos de forma repentina y nunca antes había torcido ninguno, ni siquiera un poco.

Falsos mitos sobre las gafas de los niños miopes

Con gafas, la miopía va a más. Esto es totalmente falso. El niño se acostumbra a las gafas, cierto, porque ve mejor con ellas, pero la miopía no le va a subir o bajar por el hecho de llevar gafas, sino por otros motivos.
Cuanta menos graduación, mejor. Se da el caso de padres que piden al óptico que ponga a su hijo un poquito menos de graduación en las gafas, pensando que será más beneficioso para el niño, porque así “no se acostumbra”. La oftalmóloga del Hospital Niño Jesús explica que en algunos casos, cuando el niño es muy pequeño, se le pone menos graduación de la real, pero si tiene diferencias de un ojo a otro es muy importante ponerle toda. “Y en cualquier caso, siempre hay que hacer lo que recomiende el oftalmólogo pediátrico”, añade.

miércoles, 2 de octubre de 2013

Celos entre hermanos

Compiten por todo: por el cariño de mamá o por quién tiene más patatas fritas. ¿Por qué se genera tanta rivalidad entre hermanos? Te damos algunos consejos para actuar cuando tus hijos se pelean.

“¡Quiero irme con otra familia!”, grita Pablo al borde de las lágrimas. Tiene cuatro años y siente un intenso odio hacia Javi, su hermano de tres años, un odio más o menos del mismo tamaño que el amor que experimenta cuando juegan en la bañera a los piratas. Mamá se ha puesto de su parte, como siempre, y le gustaría que Javi se muriera. Sus pensamientos le asustan y se siente fatal. Marcharse a otra casa es quizá la única forma de librarse de esa horrible sensación. Y de castigar a mamá, claro.
Su madre lo vive de otra forma. Solo sabe que cualquier tontería pone en marcha el mecanismo: si está sirviendo el helado, “él tiene más”; si dedica a uno palabras de reconocimiento, “a mí no me quieres”; si le ata los cordones al primero, “¿y yo qué?”. El intercambio verbal es lo de menos. Cada día se pelean más y se pegan con más ganas, está claro que su forma de mediar no funciona, al revés. ¿Por qué ocurre y cómo encauzar la rivalidad entre hermanos? ¿Qué errores cometemos a la hora de afrontarla?
La rivalidad entre nuestros hijos existe porque existimos nosotros, los padres. Compiten desde que nacen por nuestro amor y por hacerse un lugar en la familia. Esta competencia es a veces más sutil y otras más abierta, depende del momento y de la edad. Mientras rivalizan por nuestro amor, aprenden muchas cosas.
A lo mejor no nos hemos dado cuenta de que somos parte de la ecuación, pero es así casi siempre: el fin oculto de muchas peleas es conseguir que nos decantemos o demos la razón a uno, quieren ser el favorito. Por eso nuestra respuesta es fundamental a la hora de llevar este asunto a buen puerto. Podemos reforzar su rivalidad o ayudarles a manejarla para aprender de ella. Por desgracia, la mayoría de las veces reforzamos la rivalidad sin darnos cuenta.
 

¿Qué no debemos hacer?

 

No funciona buscar al culpable

Aunque lo intentemos con ecuanimidad, es inútil. Si entramos en esa dinámica (“a ver, quién empezó, qué hiciste tú, y entonces tú cómo respondiste”), solo conseguiremos que ellos intensifiquen las peleas... ¡con la esperanza de ser elegidos inocentes!


No funciona tomar partido

Eso sí que es echar leña al fuego. Y una gran fuente de injusticias. Porque, además, en el fondo jamás sabremos quién empezó o qué pasó. A lo mejor quien llora es el pequeño, pero quizá empezó provocando con un gesto sutil, sabedor de que cuando grita acudimos y regañamos a su hermano. O al revés. A lo mejor el mayor provocó al pequeño con serenas y calculadas palabras (“no jugaré jamás contigo”), y este, que aún no se sabe controlar, le ha pegado. “¡Mamá, me ha pegado!”, gimotea el mayor, que en realidad no es tan mayor.
Para que los niños abandonen la senda de generar situaciones problemáticas, no hemos de decantarnos, ni participar. “Si los padres intentan averiguar quién ha tenido la culpa o no permiten que sus hijos aprendan a resolver sus propios conflictos, las peleas, en lugar de remitir, se intensificarán”, afirma el pediatra Berry Brazelton en su libro “Cómo atenuar la rivalidad entre hermanos” (editorial Medici).
 

No funciona negar o inhibir la agresividad

Venga, haced las paces", dice a menudo la madre de Pablo y Javi, sin querer saber más. Nuestra cultura reprime la agresividad. Pero eso solo la alimenta.
 

¿Cómo actuar durante la pelea?

No podemos desaparecer para que no se peleen, ni dividirnos, ni siquiera podemos ni debemos tratarlos exactamente igual, porque son diferentes. Pero podemos responder a su rivalidad de forma que su conflicto les sirva para crecer y aprender. ¿Cómo? Brazelton ofrece algunas claves:

 

Cálmate

Porque esta situación puede despertar, a su vez, toda nuestra agresividad. Y si respondemos con agresividad da igual el contenido del discurso, solo avivamos el fuego.

 

Separa a los niños

Hace falta cierta distancia, física y emocional, para afrontar la situación.

 

Siéntate con ellos

En una actitud no de juez, sino de observador, sin tomar partido por ninguno de ellos ni intentar encontrar culpables.
 

Muestra comprensión hacia ambos

Y aliéntalos para que cada uno asuma su parte de responsabilidad en el conflicto. Eso es lo que les ayudará a madurar. Por ejemplo, cuando acudimos al cuarto del mayor, vemos al pequeño llorando y al grande abrazando su juguete. “No me deja jugar, siempre quiere mis juguetes”, dice el mayor. ¿Cómo mostrar comprensión y dejarles hacerse cargo de la situación?
Al mayor podríamos decirle: “Sé que es duro querer jugar solo y que no te dejen; a lo mejor podrías marcharte en lugar de pegar”. O mejor: “¿Qué podrías haber hecho en lugar de pegar a tu hermano?”. Y al pequeño: “Comprendo que te mueres por jugar con tu hermano, pero si dice que no, debes hacerle caso”. Podemos actuar de muchas formas, pero siempre ayudándoles a encontrar la responsabilidad de cada uno en el conflicto. Sería mejor si verbalizaran su responsabilidad. Quizá es mejor que al principio lo hagamos nosotros y después ellos.
 

Casos especiales

Hay situaciones que requieren que prestemos más tiempo y atención a un hijo que a otro. Ocurre, por ejemplo, cuando uno de ellos está enfermo, y no nos damos cuenta de que el otro sigue teniendo necesidades. Integrar es siempre la mejor solución: integrar al hermano enfermo en la vida familiar y al sano en los cuidados de su hermano. También es importante buscar momentos diarios significativos y de exclusividad con el hermano al que dedicamos menos atención.
Hay una premisa que subyace en cualquier situación de rivalidad: no hay suficiente para todos. Es un prejuicio, un valor neolítico sobre el que aún se sustenta nuestra sociedad, según el antropólogo José Antonio de Marco. Por eso, transmitirles que hay suficiente amor para todos hará la rivalidad más llevadera. Lo transmitimos evitando compararlos o tomar partido por uno u otro, atendiendo a cada uno en sus necesidades, mostrando que les aceptamos en sus diferencias.



 


jueves, 5 de septiembre de 2013

Ayudas para alumnos con necesidad específica de apoyo educativo (2013-2014)

¿Cuándo comienza el plazo de presentación y cuándo termina?

Comienza el 20 de agosto y finaliza el 30 de septiembre de 2013
 

¿Quién puede solicitar este tipo de ayudas y bajo qué requisitos?


Podrán solicitar Ayudas Directas:
 
Los alumnos con necesidades educativas especiales asociadas a discapacidad o trastorno grave de conducta, incluyendo a los afectados por TDAH, y que cumplan las siguientes condiciones:

¿Qué documentos tengo que aportar para presentar mi solicitud?

Para acreditar los requisitos generales: alguno de los tres siguientes documentos:
    • Certificado de un equipo de valoración y orientación de un centro base del Instituto de Mayores y de Servicios Sociales u órgano correspondiente de la comunidad autónoma
    • Certificado de un equipo de orientación educativa y psicopedagógica o del departamento de orientación dependientes de la administración educativa correspondiente (el formulario genera el modelo)
    • Certificado de minusvalía/discapacidad.
Para acreditar, en su caso, la necesidad de recibir ayuda para reeducación pedagógica y del lenguaje:
    • Certificados específicos de los equipos de orientación educativa y psicopedagógica o del departamento de orientación dependientes de la administración educativa correspondiente según los modelos que genera el formulario y certificación acreditativa del coste del servicio expedida por el centro que lo presta (según el modelo que genera el formulario).
Para acreditar las circunstancias que dan derecho a deducción de la renta (familias numerosas, minusvalía/discapacidad calificada, etc.),
    • Documentación acreditativa según el caso: fotocopia del carnet de familia numerosa, del libro de familia, del certificado de minusvalía/discapacidad, de la pensión de orfandad, etc.
Estar cursando estudios en alguno de los niveles de enseñanza:
      • Educación Infantil
      • Educación Primaria
      • Educación Secundaria Obligatoria
      • Distintas modalidades de Bachillerato
      • Ciclos Formativos de Grado Medio y Superior
      • Enseñanzas artísticas profesionales (Música y Danza)
      • Programas destinados a la obtención de una cualificación profesional inicial
      • Programas de formación para la transición a la vida adulta
Cumplir los requisitos económicos siguientes:
    • La convocatoria establece unos UMBRALES O LÍMITES DE RENTA percibida por todos los miembros de la unidad familiar del solicitante en el ejercicio fiscal de 2012, que no deben ser superados para tener derecho a beca.
    • Los límites son los siguientes:
      • Familias de 1 miembro 11.937,00 €
      • Familias de 2 miembros 19.444,00 €
      • Familias de 3 miembros 25.534,00 €
      • Familias de 4 miembros 30.287,00 €
      • Familias de 5 miembros 34.370,00 €
      • Familias de 6 miembros 38.313,00 €
      • Familias de 7 miembros 42.041,00 €
      • Familias de 8 miembros 45.744,00 €
Aunque se reúnan los requisitos de renta, no podrá concederse beca si se superan los siguientes límites, que se consideran indicativos de la posesión de patrimonio:
    • Si se poseen FINCAS URBANAS por valor catastral superior a 42.900,00 Euros, excluida la vivienda habitual. El valor catastral de la vivienda se multiplicará por el coeficiente reductor que corresponda en cada caso, según se indica en la convocatoria.
    • Si se poseen FINCAS RÚSTICAS por un valor catastral superior a 13.130,00 € por cada miembro computable de la unidad familiar.
    • Si los RENDIMIENTOS DE CAPITAL MOBILIARIO /GANANCIAS Y PÉRDIDAS PATRIMONIALES obtenidos por todos los miembros computables en conjunto superan los 1.700,00 €.
    • Se denegará la beca cuando las ACTIVIDADES ECONÓMICAS de que sean titulares los miembros computables de la familia tengan un valor de facturación, en el ejercicio anterior, superior a 155.500,00 €.

¿Dónde tengo que presentar mi solicitud? 

    • Solicitantes con certificado electrónico: a través de la Sede Electrónica del Ministerio de Educación, Cultura y Deporte.
    • Solicitantes sin certificado electrónico: imprimirán el modelo de solicitud que se obtiene a través de la Sede Electrónica del Ministerio de Educación, Cultura y Deporte, y lo presentarán, una vez firmado, en el centro educativo en que se van a realizar los estudios en el curso 2013/2014
En ambos casos, será necesario que el solicitante esté registrado (es decir, dado de alta) en la Sede Electrónica.

¿Quién debe registrarse en la Sede Electrónica del Ministerio?

El alumno que tiene necesidad específica de apoyo educativo será siempre el solicitante de la beca o ayuda, y por tanto deberá estar registrado (es decir, dado de alta) en la Sede Electrónica. Sólo en el caso de que no tenga NIF y sea menor de 14 años, se dará de alta en Sede Electrónica el padre, madre o tutor, aunque el alumno seguirá figurando como solicitante.

 

 

 

 

lunes, 17 de junio de 2013

Su autoestima necesita los elogios de mamá y papá
 
Los niños de tres años tienen muchos motivos para sentirse orgullosos porque sus progresos son rápidos e incesantes. Quieren demostrar todo lo que saben hacer bien. Dejar que hagan las cosas solos, que superen los retos sin la ayuda de sus padres, acrecienta su autoestima.
 
A los tres años los niños poseen ya mucho más control que el año anterior sobre su cuerpo y sus movimientos son más eficaces. Pueden subir y bajar escaleras con velocidad, caminar hacia atrás, correr, girar y hasta montar en triciclo. Y a medida que van pasando los meses, su agilidad y sus posibilidades no hacen sino aumentar y aumentar.

Un gran desarrollo personal

·                               Saben que hacen gracia y les gusta hacerse los graciosos. Y como están en plena etapa imaginativa y la distinción entre realidad y fantasía no les preocupa demasiado, hasta se llegan a inventar hazañas y batallitas para ver si nos dejan con la boca abierta.
·                               Están sentando las bases de su idea sobre sí mismos, y también de su autovaloración ( autoestima). Ahora empiezan a tener una elemental noción de causa-efecto, con lo que comienzan a atribuirse personalmente los resultados de sus intentos.
·                               Sienten una poderosa motivación por investigar eficazmente lo que les rodea: la curiosidad, el juego, la exploración y sentirse cada vez más competentes. Estos impulsos son innatos y constituyen un valioso equipo que nos dota, a medida que crecemos, para el progreso personal y social, para proponernos metas, objetivos, logros y esforzarnos en su consecución.

¿Cómo deben actuar los padres?

·                               No hay que ridiculizar al niño ni burlarnos de sus alardes e inocentes fanfarronadas. Si actuamos así, estaremos sembrando las semillas de la vergüenza, del temor al ridículo, y ese es uno de los sentimientos más nefastos y paralizantes, que puede convertirse en un rasgo permanente del carácter y arrastrarse de por vida.
·                               Los niños necesitan recibir alabanzas abundantes e incondicionales, independientemente de que los resultados de sus esfuerzos sean exitosos o no. Si les falta ese apoyo, la sombra de la duda y los sentimientos de inferioridad e insuficiencia pueden echar ahora inoportunas raíces difíciles de eliminar.
·                               Tienen un optimismo inquebrantable, una confianza en sus posibilidades inasequible al desaliento, y es bueno que sea así. Influye en ello el egocentrismo propio de esta edad, que no distingue entre la realidad y el deseo. Es necesario el aliento incondicional de los adultos que a los pequeños les hace sentirse un poco supermanes y supermujeres.
·                               Hay que mostrarse asombrados e impresionados por sus hazañas. Si les decimos lo orgullosos que estamos de ellos, encontrarán un gran placer en seguir superándose a sí mismos.
·                               No hay que corregir su fantasía y su lógica infantil con nuestra aplastante lógica de adultos. Si un niño nos dice: «Y entonces yo le pude al león», no se va a hundir el mundo porque le respondamos con un condescendiente: «Jopé, hay que ver qué tío».
·                               Tampoco hay que impulsar a los niños a vivir permanente en la fantasía. Cuando admitimos que nuestro hijo ha vencido al león, será bueno que incluyamos un tono de cierta complicidad, que le indique que en el fondo sabemos que, tanto para él como para nosotros, se trata de una especie de juego. Sin que esto quiera decir que debamos ser burlones ni sarcásticos.
·                               Debemos pasar tiempo con los niños, conversando y respondiendo a las preguntas que les vayan surgiendo, con lo que les estaremos sirviendo de puente hacia el mundo real. Pero sin prisa, porque la fantasía alcanza en estos años su punto culminante y está bien que sea así.

¿Cómo desarrollar una sana autoestima?

·                               Es más importante elogiar su esfuerzo que su habilidad, aunque los resultados de sus esfuerzos no sean del todo brillantes. El que intenten hacer cosas por ellos mismos debe ser ya suficiente para mostrarles nuestra admiración. Evitemos, además, ridiculizarles ante el fracaso.
·                               Organicemos las cosas de modo que el niño no coseche un exceso de fracasos. Cometer fallos de forma repetida es desmotivante, también para los niños. Hagamos que los éxitos sean algo más numerosos que los fracasos.
·                               Aprobar y elogiar incondicionalmente a nuestros hijos no quiere decir consentírselo todo. Un niño que no encuentra límites ni normas se convertirá en un tirano y un inadaptado. Estimular no tiene nada que ver con malcriar. Es necesario ejercer la autoridad.

martes, 11 de junio de 2013

 Por qué tu hijo no sabe o no quiere jugar solo

Cuando el niño nos reclama para todo, nos planteamos ¿es que no es capaz de jugar con sus muñecos o construir una torre sin ayuda?

El juego en solitario (o individual) no es malo para los niños. Jugar solos, a partir de los dos años, les permite divertirse y explorar diferentes formas de estar sin la intervención constante de un adulto, cosa que muy positiva par su desarrollo.

Por ejemplo, el juego individual les permite equivocarse y que no pase nada (no sentirse juzgados en el desempeño). También les permite tomar sus propias decisiones, experimentar con voces o movimientos que delante de nosotros quizá no se atrevan a hacer: poner cara raras frente a un espejo, decir alguna palabrota… Pero no solo es eso: también estimula la creatividad y el juego simbólico, ya que al pequeño no le quedará más remedio que investir de “vida” a sus muñecos para que le acompañen en sus aventuras.

Por eso, ante la pregunta: “¿Pero sabe mi niño jugar solo?”, la respuesta es sí. Pero la cuestión es que muchas veces los adultos confundimos “jugar solos” con “estar solos” porque lo que en realidad necesitamos es tiempo para nosotros. Así, acabamos transmitiéndoles una idea errónea sobre lo que es el juego individual (que no tiene por qué significar estar solo en su habitación), consiguiendo justo lo contrario a lo que pretendíamos: que nuestros hijos aborrezcan la idea de jugar solos porque sienten que no les vamos a hacer ni caso. Entonces, con este panorama, ¿cómo debemos actuar?

El niño necesita jugar solo

Si deseamos que nuestro hijo de dos o tres años vaya aprendiendo a jugar solo, hay varias formas de ayudarle. Podemos alternar momentos de participación de los padres con otros de acompañamiento sin intervención, para que pueda experimentar la sensación de tomar decisiones. Si insiste en que hagamos las cosas por él, podemos decirle que no sabemos y pedirle que nos enseñe él.

En vez de intervenir en el mismo juego, intentemos realizar un juego en paralelo: por ejemplo, mientras él hace su torre, nosotros la nuestra.

A esta edad, todavía es normal que no tengan demasiada “iniciativa” y necesiten de nuestra guía para proponerles juegos distintos. Un consejo: escoger tres o cuatro juguetes diferentes y cambiarlos según disminuya su interés.

A medida que se vaya desenvolviendo bien con algún juego sin nuestra intervención, podemos realizar alguna actividad como leer o hacer algo de casa (en la misma estancia o entrando y saliendo de la suya cada poco para interesarnos por lo que hace). Es importante atenderle siempre que lo necesite. Si nos reclama a menudo es que estamos “forzando” demasiado nuestra ausencia.

La zona de juego

Aunque no queramos convertir nuestro hogar en un “territorio comanche”, alguna concesión (aunque sea temporal) hay que hacer. Una alfombra pequeña y ligera y una caja, llena de juguetes, fácil de transportar son los únicos elementos que necesitamos para improvisar una zona de juego en casi cualquier rincón de la casa. Así, cuando no podamos jugar con ellos (porque tenemos que contestar correos, ducharnos o preparar la comida), lo que sí podemos hacer es proponerles que jueguen a nuestro lado allí donde estemos (sin salirse de la alfombra, eso sí). Jugar no jugaremos, pero al menos les podemos ofrecer estar a su lado.

Jugar a todas horas

Una de las razones para reclamarnos durante el juego puede ser que quizá ese es el único momento del día en el que tienen nuestra atención completa. Y es que, aunque sintamos que les prestamos muchísimo interés, para los niños la atención “plena” o “de calidad” es aquella en la que sus padres participan en su mundo emocional y sus actividades (y no a la inversa). Así, incrementar el carácter lúdico de nuestras actividades diarias (cantar en el autobús, contar coches de color amarillo mientras paseamos, buscar juntos las llaves en el bolso…) representará más tiempo de juego en común.

Darle tareas

Otra opción, que está a medio camino entre jugar solos y jugar con nosotros, es involucrarlos en nuestras actividades como si fueran un juego: meter la ropa sucia en la lavadora (nombrando las prenda y preguntando cómo se llaman las que no sepa), apilar libros o revistas mientras trabajamos o leemos la prensa, ordenar los recipientes de plástico de la cocina (metiendo los pequeños dentro de los grandes)…
 


 

martes, 30 de abril de 2013


¿Ayudar con los deberes?

    Cuando los niños comienzan a traer deberes a casa nos preguntamos qué podemos y debemos hacer. ¿Tenemos que ayudarles a hacerlos? ¿Cómo conseguimos despegarnos de su lado mientras realizan sus tareas?
El curso avanza y cada semana la cantidad de conocimientos que deben manejar los niños aumenta considerablemente. Es necesario tenerlos bien afianzados para seguir avanzando. El trabajo diario es imprescindible para comprender y consolidar la información de las distintas asignaturas que se trabajan en clase y los niños deben adquirir desde el principio una rutina de estudio en consonancia con su edad.

Pero,
¿debemos ayudarles a hacer sus deberes? Hay madres que ven cómo sus hijos son incapaces de realizar sus tareas escolares si no están sentadas a su lado y según avanzan de curso las horas de estudio aumentan y las madres tienen que pasar cada vez más horas junto a sus hijos. ¿Qué se puede hacer ante esta situación?

1.
Actitud: Para empezar hay que iniciar a los niños en la rutina de los deberes y del estudio con una actitud positiva, consiguiendo que lo afronten como una tarea más del día a día y no como un problema. Igual que se lavan los dientes después de comer, hacen sus tareas cada tarde. Para ello hay que mostrarles que obtienen beneficios con el trabajo diario ya que así, manejarán con soltura los términos que aprenden en clase y cada vez les resultará más sencillo trabajar con ellos. 
2.
Un espacio para estudiar: Si no dormimos en el suelo y no comemos encima de la bañera, tampoco podemos hacer los deberes en cualquier sitio. Los niños necesitan un lugar donde realizar sus tareas, un lugar destinado para ello, ordenado y despejado, libre de distracciones para que puedan trabajar tranquilos. Eso no sólo facilitará su concentración sino que creará anclas positivas que les llevará a relacionar su escritorio con el estudio y la concentración de forma inconsciente. 
3.
Primero solos: Los niños tienen maestros en clase que les explican la materia y deben atender en cada asignatura. Así, cuando llevan tarea a casa siempre es sobre temas que ya han trabajado en el aula y que, en principio, ya han de haber comprendido. Por eso, los niños deben leer detenidamente el enunciado de los ejercicios y realizarlos solos favoreciendo de este modo su autonomía en el trabajo y en la resolución de problemas.
4. Supervisión y dudas: Que procuremos la autonomía de nuestros hijos no significa que no podamos ayudarlos. De hecho, si estamos a disposición de nuestros hijos y atendemos a sus preguntas, resolviendo sus dudas, los niños se sentirán reforzados. Sin embargo, nunca hemos de hacerles la tarea o darles las soluciones y sólo les ayudaremos cuando ellos nos lo pidan. Del mismo modo, podemos supervisar su trabajo comprobando que ya ha sido realizado, si bien no tenemos que corregirlo para que el profesor sepa cuál es el rendimiento del menor y si tiene bien asimilados los conocimientos con los que han trabajado. Siempre podemos felicitarles tanto por el trabajo bien hecho como por el esfuerzo realizado.
5.
Tutoría: En caso de que detectemos que nuestro hijo no ha comprendido algo concreto se lo podemos explicar. Sin embargo, si observamos que, en general, no entiende lo que estudian en clases debemos ponernos en contacto con el tutor o la tutora para diagnosticar el problema y saber si se trata de que el niño no presta atención en clase o es que existe algún problema de aprendizaje y el pequeño necesita algún tipo de apoyo.
6.
Descanso: El tiempo que los niños pueden estar concentrados es limitado, por eso no se trata de pasar toda la tarde frente al libro, sino de dedicar el tiempo imprescindible para realizar la tarea. Si ésta se alarga más de lo habitual hay que dejar unos minutos de descanso. El ocio y el juego libre es también muy importante para el desarrollo de los pequeños así que también deben formar parte de sus rutinas diarias.

martes, 19 de marzo de 2013



RELACIÓN PADRES – HIJOS

 

Las orientaciones que desde la familia se debieran seguir de cara a facilitar el desarrollo y mejora de la personalidad y de la conducta de nuestros hijos, podrían ser:


·         Demostrar y manifestar cariño de forma real, incluso y si llega el caso a través del contacto físico.


·         Hacer notar al niño, no sólo con gestos, sino también con palabras, lo bien que nos sentimos con él.

 
·         Elogiar de forma correcta: concreta y creíble y no de forma general y cáustica. No insistir en las descalificaciones continuas. Tender especialmente a realzar de forma muy expresiva y manifiesta las conductas positivas que tenga por mínimas que sean y a ignorar, que no consentir, las conductas negativas.

 
·         Actuar más por hechos y acciones que por palabras; las retóricas, discursos… suelen ser de poca utilidad, los niños se acostumbran a ellos y son ineficaces y contraproducentes.

 
·         Los silencios con cara de seriedad pueden ser mucho más efectivos que palabras a destiempo.

 
·         Mantener por nuestra parte siempre una actitud serena, tranquila y de dominio permanente de la situación, no nos dejar desquiciar por las conductas del niño. La autoridad debe estar siempre en los padres.

 
·         Ser dialogantes y tolerantes, pero no consentidores, con la misma serenidad y amabilidad con que la que le premiamos, también con esa misma serenidad y contundencia se les puede y se les debe sancionar; deben acostumbrarse a y saber que siempre deben cumplir las normas.

 
·         Los castigos han de ser cortos y realistas y deben cumplirse con rigor, no deben ser perdonados por personas ajenas a las que lo impusieron y deben aplicarse de forma inmediata a producirse la acción negativa. La aplicación no debe diferirse en el tiempo.          

 
·         El castigo debe ser el último recurso a emplear y no se debe abusar de él pues pierde la posible eficacia que pueda tener.

 
·         Ser coherente y sistemáticos en la aplicación de refuerzos sobre todo cuando son positivos y por tanto contingentes a conductas deseadas. De cualquier forma siempre es conveniente que el niño conozca con claridad las consecuencias de su conducta, ya sea ésta positiva o negativa. Las normas ha cumplir han de ser claras, sencillas y conocidas en todo momento.

 
·         No debe haber arbitrariedad en la aplicación de las normas. Ser ponderados siempre en la aplicación tanto de premios como de castigos, no dejarlo al estado de ánimo que tengamos en cada momento.

·         Compartir sentimientos con el niño, ya sean positivos o negativos, así se evitará que se sientan culpables de los posibles sentimientos negativos de los padres.

 
·         Saber escuchar y no utilizar juicios previos, escuchar las razones de los niños. Consensuar y hacerles partícipes de la elaboración de las normas y de las decisiones que haya que tomar.

 
·         Fomentar y apoyar que el niño exprese ideas propias y que no necesariamente tienen porque ser coincidentes con las de los mayores y más en concreto con las de la familia. En general potenciar el comportamiento autónomo, aunque responsable, en cualquier ámbito.

 
·         Hacer notar las habilidades y aptitudes específicas de los niños y especialmente de aquellas en las que más brillan.

 
·         Reforzar siempre la creatividad y las iniciativas positivas propias que puedan tener, aunque nos parezca que todavía son pequeños.


·         Exigir siempre las responsabilidades que son propias de cada edad, evitando caer tanto en el sobreproteccionismo como en las exigencias exageradas. Evitar asimismo expectativas propias de otra época: "Es que antes, a esa edad…". Debemos intentar que desde pequeños vayan cumpliendo todas las pequeñas rutinas y hábitos propios de cada edad (vestirse, desvestirse, alimentación, higiene, relación, lenguaje…).


·         Estimular en el niño la responsabilidad personal y la toma de decisiones en todos los ámbitos (vestido, amigos, juegos y ocio…).


·         Instarles desde pequeños a que se organicen y planifiquen todas las cosas que son de su incumbencia: habitación, lugar de estudio, material escolar, tiempos de estudio, actividades extraescolares…

 
·         Conocer las reglas del hogar con claridad, sin ambigüedades; normas claras, asequibles y dentro de lo posible consensuadas por todos. Asimismo aplicarlas y cumplirlas todos por igual. No sirve lo de "Haz lo que digo, no lo que hago". Al contrario, los padres son los "modelos" en los que se ven los hijos para imitar y adquirir nuevas conductas. El niño debe tener muy claro siempre las conductas que son esperables de él.


·         Dialogar y conversar como práctica habitual con los niños; no dejar de contestar ninguna pregunta por inadecuada que nos parezca ni tampoco utilizar evasiones como: "Aún eres pequeño para entenderlo...", "esto son cosas de mayores...", “no tengo tiempo para tonterías.”

 
·         Respetar y aceptar el perfil caracterial del niño, ayudarle a que se acepte a sí mismo, tanto física como psicológicamente, intentar cambiar y mejorar aspectos y actitudes concretas pero no intentar que se acabe pareciendo a nadie.


·         Desde el ámbito familiar intervenir tanto el padre como la madre en la educación integral del niño; ésta no es competencia en exclusiva ni prioritaria de ninguno de los dos, sino que debe ser objetivo común de ambos.


·         Ayudar al niño a superar los sentimientos y autopercepciones negativas.

 

Respecto al ámbito académico las consideraciones a tener en cuanta por parte de los padres podrían ser:

 
·         Preocuparse por los temas escolares. Hablar con el niño de sus progresos, dificultades e inquietudes escolares. Debe percibir interés real de los padres por lo escolar y que, por tanto, valoran en su justa medida no sólo los resultados sino también el esfuerzo y la dedicación.


·         Ayudarle en la resolución de las tareas y deberes.


·         Facilitar que el lugar y hábitos de estudio sean los adecuados.

 
·         Revisar e interesarse regularmente por los materiales y trabajos que se hacen en el colegio. Valorarlos adecuadamente.


·         No descalificar al profesor delante del alumno; en caso de conflicto escuchar a todas las partes intentando solucionarlo de forma positiva sin tener que llegar a descalificaciones.


·         Visitar al tutor con regularidad para interesarnos por la marcha escolar del niño; será una forma de que éste perciba que se valora realmente todo el trabajo escolar.


·         Evitar comparaciones del niño con hermanos, amigos, compañeros, etc., sobre todo si son comparaciones negativas y pueden afectar a la autoestima académica y personal del niño.

 

viernes, 1 de febrero de 2013

La importancia de la lectura en los niños

Cómo motivar a los niños para aficionarles a la lectura

La lectura es la llave prodigiosa de la información, de la cultura, del mundo de la ficción, de la fantasía.… Conseguirla no es tan sencillo: está al alcance de todos los niños, pero con condiciones. La importancia de la lectura en los niños se basa en sus beneficios a la hora de estudiar y adquirir conocimientos. La colaboración de los padres es necesaria para impulsar el proceso de aprendizaje.

Leer y compartir libros con los niños


La importancia de la lectura en los niños
 
 
Hay una labor familiar de preparación extremadamente importante antes de que los niños aprendan a leer, y de seguimiento, después. Aunque resulte increíble, se recomienda poner a los niños en contacto con la lectura a partir de un año aproximadamente. Hablamos de cuentos con grandes imágenes y poco texto, que se irán complicando y ampliando a la medida del “lector”. Merece la pena “perder” el tiempo con los niños leyéndoles y contándoles historias porque los efectos pueden ser muy positivos. A corto plazo la lectura permite:
 
1. Enriquecer la relación adulto-niño
En esta relación mágica, niño-adulto-libro, el padre, la madre son los encargados de maravillar a su hijo con el libro y de descubrirle el mundo sorprendente que guarda. Estos momentos de “lectura” son muy gratificantes, porque están, además, envueltos en afectividad.
 
2. Familiarizar al niño con los textos
•- Acostumbrándole al objeto: al niño le gusta imitar a sus padres.
- Mostrándole que los pequeños signos negros tienen un significado.
- Haciéndole experimentar la permanencia de la palabra escrita. Cuando llegue al colegio, la lectura le parecerá una actividad necesaria e interesante.
 
3. Ampliar y organizar el universo del niño
Tanto las imágenes como los textos le ayudarán a:
•- Conocer el mundo.
- Conocerse a sí mismo.
•- Dominar el entorno real. Los textos le adelantarán, además, futuras experiencias.
 
4. Desarrollar las capacidades mentales del niño
- Memoria. El niño podrá contar el cuento que le ha leído, siguiendo las imágenes.
- Lenguaje. A través de la lectura oída, el pequeño ampliará su vocabulario y aprenderá frases cada vez más complicadas.
- Capacidad de abstracción. El niño establece la relación entre los objetos que ha visto en la realidad y la representación de los mismos en las ilustraciones. Pasa, en consecuencia, a un nivel de abstracción.
- Imaginación. A partir de la imagen y del texto, el niño comienza a construir su propia representación, a crear una realidad en su mente.
 

Ideas que ayudan a motivar a los niños a leer

 
•- Un niño de siete años no digiere cualquier libro. Si no comprende lo que lee, no desarrollará una auténtica actividad de lector.
•- El lector principiante necesita un texto a la medida de sus capacidades, adaptado a su sensibilidad, que tenga en cuenta su lenta progresión.
- La lectura-placer es un magnífico entrenamiento para entender y apreciar los libros de texto. Y los libros de texto sugieren aficiones y otras lecturas.
•- Hay que dejar al niño elegir las lecturas. Si no termina un cuento, tal vez no sea por pereza o inconstancia, sencillamente se ha equivocado en la elección. Tendrá muchas oportunidades en su vida escolar y familiar para encontrar temas interesantes.
•- Para acompañar a un lector que empieza, es preciso conocer sus gustos. Animales, brujas, la prehistoria...… La propuesta debe ser amplia y variada. Si un niño está fascinado por un tema, decidirá voluntariamente detenerse en comprender el texto, ayudado por las imágenes.
•- Al principio conviene seguir leyéndole los textos, porque su lectura es dificultosa y lenta y puede acabar cortando la comunicación.
•- No se debe confundir la lectura escolar, que es un ejercicio de progresión, y la lectura-placer. En la lectura-placer se puede equivocar, interpretar mal el sentido. No importa. Él solo se corregirá.
•- La cita periódica y puntual con la lectura-placer es muy positiva.
-• Libros, revistas, cómics. La calidad es lo importante.
 

Empezar a leer desde niño…

Los especialistas en lectura están de acuerdo en que leer es un hábito, un placer, que difícilmente se adquiere en la edad adulta. Y que la afición a la lectura tiene muchas posibilidades de consolidarse cuando se ha despertado en la niñez. A veces escuchamos a los padres lamentarse: “a mi hijo no le gusta leer”. Y lo dicen con cierta inquietud. En realidad, hay muchas personas a las que no les gusta leer. Es una cuestión de temperamento, de intereses, de medio… Leer es una actividad contemplativa que necesita concentración, silencio, aislamiento, inmovilidad, exclusividad. Pero, a pesar de las excepciones, la afición a la lectura depende también de cómo se haya abordado la cuestión cuando los niños ya leen.
Muchas veces se ha considerado que un niño sabe leer porque pronuncia una frase escrita. A los seis o siete años aproximadamente, comienza a utilizar un código, pero le hará falta tiempo para saber utilizarlo realmente. Porque saber leer es apropiarse del texto: elegir la lectura, leer rápidamente, ser capaz de servirse del texto para algo, hablar del mensaje, completarlo y ampliarlo con otras lecturas.
 

La recompensa del placer de leer

Leer demanda un esfuerzo y es preciso recibir una recompensa. Hay muchas formas de entrar en la lectura. Se lee para:
- Instruirse y aprender
- “Crecer”
- Pasar un buen rato
- Pensar y reflexionar
- Viajar
- Conocer otras formas de pensar
- Afirmar la personalidad
- Relajar tensiones
- Informarse…