Remedios para combatir su mal humor
Nuestros hijos ya no son bebés y
quieren comportarse como los niños mayores que son (o creen ser). Si les
llevamos la contraria, ya no cogen rabietas de unos minutos, sino que se ponen
de un humor insoportable.
Ha desaparecido la
felicidad espontánea que tenían de bebés y a veces parece que el mal genio
domina su personalidad. A los cinco y seis años, los niños ya quieren tomar
sus propias decisiones. Si les contradecimos pueden volverse muy cabezones.
Cuanto más les
negamos algo más lo quieren, ya que a través de estos gestos reafirman su
propia identidad. Creen que no hay derecho a que los adultos les impongan las
reglas. Han aprendido a encender la tele, comer solos o ponerse el pijama, pero
tienen que hacerlo cuando un adulto se lo pide. "¡Qué injusto! Pues
entonces voy y me enfado".
¡Cómo se ponen!
El carácter de tu
hijo tiene mucho que ver con su forma de enfadarse,
pero también influye mucho el entorno que en el que vive y la educación que
recibe de sus padres.
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Si en casa percibe comportamientos agresivos es probable
que grite, arroje objetos, llore... Si los papás no hacen
estas cosas, se limitará a poner malas caras y a encerrarse en sí mismo.
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Si
del mal humor
pasa a los arrebatos, debemos zanjarlos con contundencia, especialmente si
infringe las normas como pegar, insultar o romper.
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Cuando
no atienda a razones, podemos darle un tiempo muerto para que se tranquilice y reflexione
sobre su mal
comportamiento. Por ejemplo, mandarle a un rincón de la casa donde lo
podamos ver, sentadito en una silla mirando hacia la pared, durante unos tres
minutos (es buena idea que tenga un reloj a la vista para que no se desespere).
Debe conseguir estarse quieto y relajarse.
Halagos en vez de
reproches
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Si
tu hijo pasa por muchos episodios de mal genio al día es posible que
quiera llamar tu atención. Está demostrado que los adultos prestan mayor
atención a los niños cuando despliegan malos gestos que cuando no lo hacen.
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Debemos
reforzar el buen comportamiento del pequeño, diciéndole cosas como:
"Me alegra mucho que hayas recogido tus juguetes del salón", o
"vi que cuando se le cayó el osito a tu hermana se lo recogiste y se lo
diste, fuiste muy amable". No hay que mezclar halago con crítica, diciendo
cosas como: "Qué bien que hoy te laves los dientes sin rechistar, no como
otras veces", en cuyo caso la frase pierde su efecto positivo.
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Prestarle mayor atención a su buen comportamiento no
significa que haya que ignorarle cuando esté de mal humor. Todos nos irritamos y
no hay que reprimir esa sensación. La frustración y el enfado son parte del
crecimiento. Por suerte, los malhumores de los niños se esfuman en cuanto
aparece un estímulo más interesante.
Enseñarles a valorar
lo que tienen
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Para
ayudarles a encajar mejor los inconvenientes de la vida, es muy importante
que le enseñes a ver el lado positivo de las cosas: "Te has peleado
con tu amigo, pero cuando te reconcilies seréis aún más amigos".
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Hay que hacerles ver la botella medio llena y no medio
vacía,
enseñarles a valorar lo que tienen, no lo que les falta, porque siempre les va
a faltar algo.
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Un problema puede tener muchas soluciones y los pequeños
deben aprender a encontrar varias salidas. Siempre les podemos ayudar
diciéndoles: "No podemos ir al cine, pero podemos hacer otra cosa en su
lugar".
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Los padres deben escuchar a sus hijos. Puede que el niño
esté enfadado con razón: se le ha roto su muñeco, el profe ha sido injusto con
él... En estos casos, no hay que silenciar su mal genio, sino mostrar empatía y
enseñarle a sobrellevarlo.