Su autoestima necesita los elogios de
mamá y papá
Los niños de
tres años tienen muchos motivos para sentirse orgullosos porque sus progresos
son rápidos e incesantes. Quieren demostrar todo lo que saben hacer bien. Dejar
que hagan las cosas solos, que superen los retos sin la ayuda de sus padres,
acrecienta su autoestima.
A los
tres años los niños
poseen ya mucho más control que el año anterior sobre su cuerpo y sus
movimientos son más eficaces. Pueden subir y bajar escaleras con velocidad,
caminar hacia atrás, correr, girar y hasta montar en triciclo. Y a medida que
van pasando los meses, su agilidad y sus posibilidades no hacen sino aumentar y
aumentar.
Un gran desarrollo personal
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Saben que hacen gracia y les gusta hacerse
los graciosos. Y como están en plena etapa imaginativa y la distinción
entre realidad y fantasía no les preocupa demasiado, hasta se llegan a inventar
hazañas y batallitas para ver si nos dejan con la boca abierta.
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Están sentando las bases de su idea sobre sí
mismos, y también de su autovaloración ( autoestima).
Ahora empiezan a tener una elemental noción de causa-efecto, con lo que
comienzan a atribuirse personalmente los resultados de sus intentos.
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Sienten una poderosa motivación por investigar
eficazmente lo que les rodea: la curiosidad, el juego, la exploración
y sentirse cada vez más competentes. Estos impulsos son innatos y constituyen
un valioso equipo que nos dota, a medida que crecemos, para el progreso
personal y social, para proponernos metas, objetivos, logros y esforzarnos en
su consecución.
¿Cómo deben actuar los padres?
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No hay que ridiculizar al niño ni burlarnos
de sus alardes e inocentes fanfarronadas. Si actuamos así, estaremos
sembrando las semillas de la vergüenza, del temor al ridículo, y ese es uno de
los sentimientos más nefastos y paralizantes, que puede convertirse en un rasgo
permanente del carácter y arrastrarse de por vida.
·
Los niños necesitan recibir alabanzas
abundantes e incondicionales, independientemente de que los resultados de sus
esfuerzos sean exitosos o no. Si les falta ese apoyo, la sombra de la duda
y los sentimientos de inferioridad e insuficiencia pueden echar ahora
inoportunas raíces difíciles de eliminar.
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Tienen un optimismo inquebrantable, una
confianza en sus posibilidades inasequible al desaliento, y es bueno que sea
así. Influye en ello el egocentrismo propio de esta edad, que no distingue
entre la realidad y el deseo. Es necesario el aliento incondicional de los
adultos que a los pequeños les hace sentirse un poco supermanes y supermujeres.
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Hay que mostrarse asombrados e impresionados
por sus hazañas. Si les decimos lo orgullosos que estamos de ellos,
encontrarán un gran placer en seguir superándose a sí mismos.
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No hay que corregir su fantasía y su
lógica infantil con nuestra aplastante lógica de adultos. Si un niño nos
dice: «Y entonces yo le pude al león», no se va a hundir el mundo porque le
respondamos con un condescendiente: «Jopé, hay que ver qué tío».
·
Tampoco hay que impulsar a los niños a vivir permanente
en la fantasía. Cuando admitimos que nuestro hijo ha vencido al león, será
bueno que incluyamos un tono de cierta complicidad, que le indique que en el
fondo sabemos que, tanto para él como para nosotros, se trata de una especie de
juego. Sin que esto quiera decir que debamos ser burlones ni sarcásticos.
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Debemos pasar tiempo con los niños,
conversando y respondiendo a las preguntas que les vayan surgiendo, con lo que
les estaremos sirviendo de puente hacia el mundo real. Pero sin prisa,
porque la fantasía alcanza en estos años su punto culminante y está bien que
sea así.
¿Cómo desarrollar una sana autoestima?
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Es más importante elogiar su esfuerzo que su
habilidad, aunque los resultados de sus esfuerzos no sean del todo brillantes.
El que intenten hacer cosas por ellos mismos debe ser ya suficiente para
mostrarles nuestra admiración. Evitemos, además, ridiculizarles ante el
fracaso.
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Organicemos las cosas de modo que el niño no
coseche un exceso de fracasos. Cometer fallos de forma repetida es
desmotivante, también para los niños. Hagamos que los éxitos sean algo más
numerosos que los fracasos.
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Aprobar y elogiar incondicionalmente a
nuestros hijos no quiere decir consentírselo todo. Un niño que no encuentra
límites ni normas se convertirá en un tirano y un inadaptado. Estimular no
tiene nada que ver con malcriar. Es necesario ejercer la autoridad.