El
juego en
solitario (o individual) no es malo para los niños. Jugar solos, a
partir de los dos años, les permite divertirse y explorar diferentes formas de
estar sin la intervención constante de un adulto, cosa que muy positiva par
su desarrollo.
Por
ejemplo, el juego
individual les permite equivocarse y que no pase nada (no sentirse juzgados
en el desempeño). También les permite tomar sus propias decisiones,
experimentar con voces o movimientos que delante de nosotros quizá no se
atrevan a hacer: poner cara raras frente a un espejo, decir alguna palabrota…
Pero no solo es eso: también estimula la creatividad y el juego simbólico,
ya que al pequeño no le quedará más remedio que investir de “vida” a sus
muñecos para que le acompañen en sus aventuras.
Por
eso, ante la pregunta: “¿Pero sabe mi niño jugar solo?”,
la respuesta es sí. Pero la cuestión es que muchas veces los adultos confundimos
“jugar solos” con “estar solos” porque lo que en realidad necesitamos es
tiempo para nosotros. Así, acabamos transmitiéndoles una idea errónea sobre lo
que es el juego individual (que no tiene por qué significar estar solo en su
habitación), consiguiendo justo lo contrario a lo que pretendíamos: que
nuestros hijos aborrezcan la idea de jugar solos porque sienten que no les
vamos a hacer ni caso. Entonces, con este panorama, ¿cómo debemos actuar?
El niño necesita jugar solo
Si
deseamos que nuestro hijo
de dos o tres años vaya aprendiendo a jugar solo, hay varias formas de
ayudarle. Podemos alternar momentos de participación de los padres con otros de
acompañamiento sin intervención, para que pueda experimentar la sensación de
tomar decisiones. Si insiste en que hagamos las cosas por él, podemos decirle
que no sabemos y pedirle que nos enseñe él.
En vez
de intervenir en el mismo juego, intentemos realizar un juego en paralelo:
por ejemplo, mientras él hace su torre, nosotros la nuestra.
A esta
edad, todavía es normal que no tengan demasiada “iniciativa” y necesiten de
nuestra guía para proponerles juegos distintos. Un consejo: escoger tres o
cuatro juguetes diferentes y cambiarlos según disminuya su interés.
A
medida que se vaya desenvolviendo bien con algún juego sin nuestra
intervención, podemos realizar alguna actividad como leer o hacer algo de
casa (en la misma estancia o entrando y saliendo de la suya cada poco para
interesarnos por lo que hace). Es importante atenderle siempre que lo necesite.
Si nos reclama a menudo es que estamos “forzando” demasiado nuestra ausencia.
La zona de juego
Aunque
no queramos convertir nuestro hogar en un “territorio comanche”, alguna
concesión (aunque sea temporal) hay que hacer. Una alfombra pequeña y ligera y
una caja, llena de juguetes, fácil de transportar son los únicos elementos que
necesitamos para improvisar una zona de juego en casi cualquier rincón de la
casa. Así, cuando no podamos jugar con ellos (porque tenemos que contestar
correos, ducharnos o preparar la comida), lo que sí podemos hacer es proponerles
que jueguen a nuestro lado allí donde estemos (sin salirse de la alfombra,
eso sí). Jugar no jugaremos, pero al menos les podemos ofrecer estar a su lado.
Jugar a todas horas
Una de
las razones para reclamarnos durante el juego puede ser que quizá ese es el
único momento del día en el que tienen nuestra atención completa. Y es que,
aunque sintamos que les prestamos muchísimo interés, para los niños la atención
“plena” o “de calidad” es aquella en la que sus padres participan en su
mundo emocional y sus actividades (y no a la inversa). Así, incrementar el
carácter lúdico de nuestras actividades diarias (cantar en el autobús, contar
coches de color amarillo mientras paseamos, buscar juntos las llaves en el
bolso…) representará más tiempo de juego en común.
Darle tareas
Otra
opción, que está a medio camino entre jugar solos y jugar con nosotros, es involucrarlos
en nuestras actividades como si fueran un juego: meter la ropa sucia en la
lavadora (nombrando las prenda y preguntando cómo se llaman las que no sepa),
apilar libros o revistas mientras trabajamos o leemos la prensa, ordenar los
recipientes de plástico de la cocina (metiendo los pequeños dentro de los
grandes)…
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